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Mar, Abr

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Mientras la economía provincial se desploma al ritmo de los despidos masivos en el sector hidrocarburífero, el intendente de Pico Truncado, Sebastián Anabalón, protagoniza un escándalo que expone el doble estándar moral del poder: percibe al mismo tiempo su salario como jefe comunal y como trabajador de la empresa de servicios petroleros Huinoil.

Una anomalía que no es menor, sino el síntoma del modelo político de Claudio Vidal que hace de la impunidad un método de gobierno.

Según registros del sistema Codem de ANSES, Anabalón figura activo como beneficiario de la obra social OSPE, vinculada al convenio colectivo petrolero. Esto no sólo confirma que sigue cobrando un sueldo por parte de Huinoil, sino que lo hace en simultáneo a su función pública como intendente, algo expresamente prohibido por la Ley de Ética Pública. La doble percepción salarial implica una incompatibilidad de funciones que debería ser investigada penalmente.

No se trata de un hecho aislado ni de un olvido administrativo. En Truncado, epicentro de la crisis por los 2.800 despidos en YPF, la doble moral del poder se vuelve insoportable. “Nosotros sin laburo, y el intendente cobrando dos sueldos. No sólo no da la cara, sino que además se burla de nosotros”, dijo uno de los operarios despedidos, que prefirió preservar su identidad por miedo a represalias.

Municipales en paro: 120 horas de bronca

El martes pasado, el edificio municipal fue escenario de una nueva asamblea del gremio de los trabajadores y trabajadoras municipales, quienes decidieron extender el paro por cinco días ante la falta de respuestas salariales. "No llegamos ni al quinto día del mes. Las tarifas suben 500 % y el sueldo sigue igual", denunció una trabajadora del área de servicios generales.

La protesta se da en el marco de un ajuste feroz impulsado por el Gobierno Nacional, con el aval explícito del partido SER –espacio político de Anabalón y del gobernador Claudio Vidal–. En el Congreso, los diputados de SER votaron a favor de la Ley Ómnibus, alineándose con el oficialismo libertario que ahora aplica recortes brutales en salud, educación y transporte.

Vidalismo: el poder como negocio

La permanencia de Anabalón en planilla petrolera mientras gestiona los destinos de una de las localidades más golpeadas por la crisis, no es una excentricidad aislada. Es parte de una lógica de administración estatal calcada de la práctica sindical que SER implementó en el gremio: verticalismo, opacidad y prebenda.

Desde que Vidal asumió la gobernación, una sucesión de episodios salpica a su gabinete: ministros con arsenales en sus domicilios (como Iris Rasgido, Julio Gutiérrez y Pedro Luxen), propiedades escrituradas de forma irregular por exfuncionarios como Fernando Bennini, y escándalos por sobreprecios y empresas fantasmas vinculadas al Ministerio de Desarrollo Social, al Ministerio de Salud, y recientemente al propio Hospital Regional de Río Gallegos.

Lo de Anabalón no sorprende. Lo que indigna es la normalización de estas prácticas. El municipio paga sueldos que no alcanzan a cubrir una canasta básica y, sin embargo, su intendente cobra doble. “Es como si manejaran el Estado como manejaron el sindicato, con impunidad absoluta”, disparó un dirigente barrial en declaraciones a este medio.

La legalidad como chiste interno

De acuerdo al artículo 13 de la Ley de Ética Pública Nacional (25.188), está prohibido que un funcionario público perciba ingresos por parte de empresas privadas mientras desempeña funciones ejecutivas. Si Anabalón no renunció formalmente a su puesto en Huinoil, está incurriendo en una violación legal grave. Si lo hizo pero sigue cobrando y aparece en los registros de ANSES, el fraude es doble.

La oposición en el Concejo Deliberante –casi inexistente, hay que decirlo– no ha emitido hasta ahora ninguna solicitud formal para que el intendente rinda cuentas. La Justicia provincial, copada por alfiles de SER, tampoco mostró interés en avanzar. Todo parece diseñado para que no pase nada.

Mientras tanto, en las calles de Pico Truncado y en el resto de la provincia, la bronca crece. La sensación general es que ya no hay límites entre lo público y lo privado, entre lo legal y lo ilegal, entre el Estado y el negocio.

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