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Sáb, Abr

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El Gobierno de Santa Cruz repartió 50 mil kilos de pescado en Semana Santa y lo presentó como una política de Estado. ¿Asistencia o populismo electoral? ¿Solidaridad o maquillaje de una gestión en crisis por falta de capacidad ?

El reciente operativo de distribución de 50.000 kilos de merluza en Santa Cruz fue anunciado con bombos y platillos por el Gobierno provincial. Se lo mostró como un acto de compromiso social, presencia del Estado y sensibilidad ante las necesidades del pueblo. Pero detrás del envoltorio de solidaridad, cabe preguntarse: ¿es una política pública seria o una estrategia de marketing con aroma a una campaña como la que prometía sueldos de petroleros para todos los santacruceños ?

Sí, es cierto: repartir pescado puede aliviar por un rato. Pero también es cierto que no soluciona nada.

El hambre no se toma vacaciones

Según datos recientes del INDEC, la gestión de Claudio Vidal aumentó la pobreza en Santa Cruz durante el último año. Y no por culpa del pescado ni de la falta de él, sino porque no hay empleo suficiente, los salarios son de miseria, la inflación sigue horadando cada bolsillo y un gobernador que hasta el momento no reacciona al menos para defender la mesa de los santacruceños.

¿Y qué pasa cuando se acaban los 50.000 kilos? ¿El hambre espera hasta el próximo operativo? ¿La dignidad se administra por tandas?

Desde el Gobierno insisten con el latiguillo del “Estado presente”. Pero Estado presente también es generar trabajo, garantizar salud, invertir en escuelas y abrir espacios culturales. No alcanza con las redes social o aparecer cada Semana Santa con un camión refrigerado.

Pescado sí, pero ¿a cambio de qué?

El operativo fue realizado en conjunto con empresas pesqueras radicadas en la provincia, según la versión oficial. Lo que no se dice —o no se aclara— es en qué condiciones se cerraron esos acuerdos. ¿Fueron donaciones, compras subsidiadas, licitaciones públicas? ¿Quién firmó? ¿Hay documentos disponibles?

Si se trata de un programa estructural y transparente, sería lógico que los contratos sean públicos. Pero como suele ocurrir, todo se maneja entre gallos y medianoche, entre funcionarios y empresarios del círculo cercano.

Cuando la emergencia se vuelve rutina

Si el operativo fue una respuesta excepcional frente a una crisis coyuntural, podría entenderse. El problema es que ya es costumbre. Se repite cada año. Y si necesitás repartir merluza todos los años, el problema no es el hambre de Pascuas. El problema es que en la provincia que dijeron saber sacar adelante y ya con casi dos años de gestión lo lograron recomponer ningún indice. Y es aquí donde nace la pregunta que se hacen los que lo votaron al partido SER "mintieron o no saben?".

Desde la oposición, incluso con frases cargadas de cinismo, algunos preguntaron con acierto:

“¿Qué nivel de dignidad le estamos ofreciendo a la población si necesita que le regalen pescado para compartir la mesa?”

La pregunta incomoda, pero vale. Porque el desafío no puede ser solo asistir, sino integrar. No alcanza con alimentar, hay que empoderar. No sirve aparecer en Pascuas si el resto del año el Estado desaparece.

En definitiva, la merluza no es el problema. Es apenas el síntoma de una una gestión que reparte pescado porque no pudo, no quiso o no supo cumplir el la palabra empeñada en las primaveras electorales.

Si llegaste hasta acá tomate un descanso con la mejor música