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Sáb, Sep

Economía

Ajustes metodológicos y desaceleración inflacionaria explican la baja del índice. Pero el consumo no mejora y la precariedad laboral sigue en alza.

Pobreza Milei-style: cuando el Excel festeja pero el changuito sigue vacío

En tiempos donde la política se reduce a frases virales y el marketing reemplaza la realidad, Javier Milei salió a celebrar que “sacó de la pobreza a 12 millones de argentinos”. Lo dijo con euforia post derrota electoral. Lo sostuvo sin rubor. Y lo hizo, como tantas veces, sin datos.

Las cifras reales desmienten esa narrativa: según mediciones privadas, la pobreza por ingresos cayó al 31,5 % en el primer trimestre del 2025, lo que implica que 6 millones de personas dejaron de ser pobres respecto del último trimestre del gobierno anterior. No son 12. Son la mitad. Y ni siquiera eso implica que esas personas salieron de la pobreza en términos estructurales.

Leopoldo Tornarolli, del CEDLAS, lo explica con claridad quirúrgica:

“Son personas a las que el ingreso apenas les alcanza o no les alcanza, según la coyuntura. Mejoraron por la baja de la inflación, pero su vida no cambió.”

O sea: viven en el mismo barrio, con los mismos problemas, sin servicios nuevos ni ingresos genuinos. El índice por ingresos los dejó afuera de la línea de pobreza, pero no de la pobreza en sí. ¿Es eso un logro? ¿O una manipulación técnica?

Agustín Salvia, del Observatorio de la Deuda Social de la UCA, va más allá:

“Los niveles actuales de pobreza, ajustados metodológicamente, estarían por encima del 40 %.”

Y alerta que el empleo sigue estancado, el trabajo informal crece y los salarios siguen por debajo del poder adquisitivo de 2023. Los registrados son los que más pierden: 14,3 % desde que asumió Milei, según el INDEC. Es decir, hay menos pobres en los datos, pero también menos sueldo en los bolsillos.

Entonces, ¿qué pasó?

Una combinación de desaceleración inflacionaria y ajustes metodológicos en la encuesta oficial. Con menor inflación, la gente recuerda mejor cuánto gana. Se sumaron preguntas para captar ingresos no laborales. Todo eso “mejora” el indicador. Pero no cambia la realidad material de millones que viven en condiciones estructurales de precariedad.

La pobreza, cuando se mide por ingresos, es una foto de corto plazo. Pero la película sigue mostrando caída del consumo, suba de tarifas, transporte impagable y un Estado cada vez más ausente.

Milei festeja. Pero, como dicen en el barrio, con las estadísticas no se come, no se cura y no se educa.

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