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Vie, Sep

Política

El gobernador de Santa Cruz acelera nombramientos judiciales para blindarse, pero la Justicia los desconoce, la sociedad los critica y las elecciones amenazan con un revés contundente.

En Santa Cruz, Claudio Vidal quiso presentarse como el hombre fuerte capaz de romper tres décadas de kirchnerismo. Pero lo que hoy asoma no es fortaleza sino desesperación. La jura de vocales cuestionados en el Tribunal Superior de Justicia —convertida en símbolo de su “nueva justicia”— terminó siendo desconocida por la propia mayoría del cuerpo. El gesto épico se transformó en una caricatura: un gobernador que pretende atropellar instituciones para mostrarse invulnerable y que, en el intento, queda cada vez más expuesto.

El discurso del “cambio” ya no alcanza

Vidal insiste en narrar que libra una batalla contra el kirchnerismo, denunciando “golpes judiciales” y persecuciones. Ese discurso pudo servir en los albores de su gestión, pero hoy evidencia un límite: la ciudadanía no ve transformación en su vida cotidiana, ve salarios pulverizados, inflación asfixiante y un Estado ausente. La épica ya no tapa el vacío.

El caso de los nombramientos judiciales es el ejemplo más nítido. El gobernador buscó blindaje institucional con designaciones a medida, incluso con episodios que rozan el nepotismo —como el caso de la cuñada del diputado Luxen—, consolidando la sospecha de que el cambio que prometía es apenas un reparto de favores.

La sombra de las urnas

Al el temor de Vidal de no lograr impunidad en los tribunales, se le suma al de urnas. Los resultados en provincias clave como Buenos Aires, donde sus aliados políticos sufrieron un golpe contundente, anticipan lo que se viene: un revés electoral que en Santa Cruz puede ser aún más categórico. La sociedad que lo votó como alternativa hoy lo ve como una oportunidad perdida o lo que es más cercano a lo que muchos santacruceños definen como una estafa electoral.

La proximidad de las elecciones ponen contra la pared a Claudio Vidal: todo indica que será derrotado y, con ello, su poder se verá drásticamente reducido. De allí surge su prisa por consolidar un esquema judicial afín, un colchón de impunidad frente al escenario de debilidad que se avecina.

Un poder que se debilita

El Vidal que buscaba ser un líder renovador aparece hoy como un ex sindicalista atrapado en la lógica de atropello y no tanta la rosca, desesperado por sostener una imagen de fuerza que la realidad le niega. Sus intentos de colonizar la Justicia chocan contra resistencias institucionales; sus maniobras legislativas son calificadas como actos nulos; sus gestos de autoridad revelan, en verdad, fragilidad.

La conclusión es clara: cuanto más se desespera por mostrarse fuerte, más expone su debilidad y su objetivo de gobierno que claramente no es la gente. Y cuando la sociedad no solo huele esa debilidad sino que la siente en el bolsillo y las mesas familiares , el veredicto tiende a ser inexorable, las urnas darán su veredicto.

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