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Dom, Sep

Interés General

Desde el 1° de septiembre, dos sustancias usadas en uñas semipermanentes quedaron prohibidas en la UE. En nuestro país, los consumidores deben detectar los ingredientes por sí mismos.

Europa decidió lo que parecía inevitable: desde el 1° de septiembre de 2025, los esmaltes y geles semipermanentes ya no pueden contener Trimethylbenzoyl Diphenylphosphine Oxide (TPO) ni dimetil-p-toluidina (DMTA). Dos nombres técnicos que para el consumidor común suenan a chino, pero que para la salud implican algo mucho más concreto: riesgo de cáncer, infertilidad y alteraciones hormonales.

La Comisión Europea fue tajante. No hay stock que valga, no se permite usar ni siquiera envases abiertos. La razón es clara: se trata de sustancias clasificadas como CMR 1B (carcinógenas, mutágenas o tóxicas para la reproducción). La industria cosmética, acostumbrada a moverse con grises regulatorios, ahora enfrenta un veto sin concesiones.

En la práctica, esto significa que los salones de uñas de toda Europa tuvieron que tirar productos que hasta la semana pasada eran legales y “seguros”. Nadie podrá alegar desconocimiento: el Reglamento (UE) 2025/877 los incorporó a la lista negra del Reglamento de Cosméticos 1223/2009.

¿Y en Argentina? La gran laguna

Acá aparece la pregunta incómoda: ¿qué pasa en Argentina y el MERCOSUR? La ANMAT exige que todo cosmético indique su lista de ingredientes bajo la nomenclatura INCI, con etiquetas en castellano y registros claros. Pero, hasta hoy, ni TPO ni DMTA figuran en un listado específico de sustancias prohibidas.

Esto abre un dilema: ¿pueden estar circulando esmaltes con estos químicos en Buenos Aires, Córdoba o Rosario mientras en Berlín o París los están retirando a la basura? Sí, pueden. Y lo más probable es que lo estén, dado que buena parte de los esmaltes semipermanentes que se venden en Argentina son importados.

La diferencia es que acá la responsabilidad recae casi en exclusiva sobre el consumidor. Si no revisás la letra chica de la etiqueta, difícilmente te enteres de que ese esmalte brillante que promete uñas perfectas puede contener un disruptor endocrino. ¿Cuántos usuarios saben leer “Trimethylbenzoyl Diphenylphosphine Oxide” en una caja minúscula?

Salud pública o negocio

El argumento de la industria es conocido: “son trazas, las dosis son bajas, no hay riesgo real”. El contraargumento también: el efecto acumulativo. Una manicura cada semana durante años multiplica el contacto y eleva la exposición. El propio Organismo de Salud de Irlanda (HPRA) advirtió que el riesgo no es menor, sobre todo para las trabajadoras de salones que manipulan esmaltes a diario.

En Argentina, donde las regulaciones sanitarias llegan tarde y los controles aduaneros son permeables, el negocio corre con ventaja. Mientras tanto, consumidores y trabajadoras quedan en el medio.

La pregunta que nadie hace

¿Por qué Europa sí y nosotros no? ¿Esperamos a que se publiquen más estudios, a que la presión internacional fuerce cambios, o simplemente la ANMAT se hará la distraída? No se trata de demonizar la cosmética: existen alternativas seguras y ya están en el mercado. El problema es otro: ¿qué peso tiene la salud de los argentinos frente al negocio de importadores y laboratorios?

Si Europa prohibió el TPO y el DMTA, la Argentina no debería mirar para otro lado. La diferencia entre pintarse las uñas y comprometer tu fertilidad o tu ADN no debería decidirse en un laboratorio extranjero.

Si llegaste hasta acá tomate un descanso con la mejor música