Con experiencia misionera en Perú y perfil moderado, asume tras la muerte de Francisco, en un contexto de desafíos eclesiásticos y disputas internas.
La Iglesia Católica inicia un nuevo capítulo. Tras la muerte de Francisco el pasado 21 de abril, el Cónclave eligió como su sucesor al cardenal estadounidense Robert Prevost, quien adoptó el nombre de León XIV. La designación sorprende por su procedencia, pero también por su fuerte vínculo con América Latina y su cercanía pastoral al ideario del pontífice argentino.
Prevost fue elegido durante la quinta votación del segundo día de Cónclave. La fumata blanca anunció al mundo que el Vaticano optó por un Papa con formación norteamericana, pero alma latinoamericana, perfil discreto y compromiso reformista.
¿Quién es León XIV?
Nacido en Chicago en 1955, de origen obrero e identidad agustiniana, Robert Prevost fue ordenado sacerdote en 1982 y enviado como misionero a Perú, donde su trabajo en la diócesis de Chulucanas dejó huella. Allí se acercó a los más vulnerables, desarrolló comunidades de base y defendió los derechos humanos.
Desde 2023 ocupaba un puesto clave en el Vaticano: prefecto del Dicasterio para los Obispos, cargo desde el cual coordinó la designación episcopal a nivel global. Fue el propio Francisco quien lo elevó a cardenal en 2014, y quien confió en su criterio pastoral.
Las luces y sombras de su historia
Aunque reconocido por su cercanía a las periferias y su vocación misionera, Prevost no está libre de controversias. En Perú fue señalado por haber actuado con tibieza frente a denuncias de abusos, aunque no enfrenta cargos judiciales. Las acusaciones mediáticas empañaron su imagen en ciertos sectores críticos del clero.
Aun así, su elección fue interpretada como un gesto de continuidad: un Papa no latinoamericano, pero con profunda experiencia en la región; un reformista moderado, sobrio, pero convencido de la necesidad de seguir abriendo la Iglesia al mundo.
Su primer mensaje como Papa
En su discurso desde el balcón de San Pedro, León XIV agradeció a Francisco, saludó a la comunidad latinoamericana y llamó a construir “una Iglesia sinodal, misionera y en paz”. Remarcó la figura de Cristo como puente y llamó a “derribar los muros con el diálogo y el amor”.
La elección de su nombre —León XIV— también tiene peso simbólico: remite a pontífices de fuerte autoridad doctrinal, pero abre a la posibilidad de una nueva interpretación pastoral.
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