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Jue, Jul

Ciencia y Tecnología

Dos IBM Eagle de 127 qubits marcaron un antes y un después en la historia de la informática, con un algoritmo que ningún clásico puede replicar.

¿Cuánto falta para que las computadoras cuánticas superen a las clásicas? Esa era la pregunta que rondaba la ciencia y la industria desde hace décadas. Hoy, esa duda tiene respuesta: ya pasó. Y sin ningún asterisco.

Un equipo liderado por el físico Daniel Lidar, de la Universidad del Sur de California (USC) y Johns Hopkins, logró lo que durante años fue considerado el “Santo Grial” de la computación cuántica: demostrar que una máquina cuántica puede resolver un problema exponencialmente más rápido que cualquier computadora clásica, sin necesidad de hacer suposiciones o apelar a escenarios idealizados.

El algoritmo elegido fue una variante del problema de Simon, una suerte de “juego de adivinanzas matemáticas” que anticipó, en su momento, los principios detrás del famoso algoritmo de Shor (capaz de romper la criptografía moderna).

Pero lo realmente revolucionario no fue solo qué problema resolvieron, sino cómo lo hicieron: usando dos procesadores IBM Eagle de 127 qubits, operados remotamente desde la nube y exprimidos al límite. Las técnicas aplicadas incluyeron desacoplamiento dinámico, transpilación de circuitos, mitigación de errores y compresión de la entrada para evitar el ruido y decoherencia que hasta ahora limitaban seriamente el rendimiento de estos sistemas.

¿Por qué es un quiebre histórico? Porque esta vez no se trata de una aceleración “condicional” (es decir, que depende de asumir que no hay mejor algoritmo clásico posible), sino incondicional: los científicos demostraron que no existe forma, bajo ninguna circunstancia, de que una computadora clásica gane este juego específico. Es el primer clavo sólido en el ataúd de la supremacía clásica.

Eso sí, aún falta para lo práctico. Como admite el propio Lidar, este resultado “no tiene aplicaciones inmediatas más allá de ganar un juego de adivinanzas”. Pero, al igual que los hermanos Wright en su primer vuelo, lo importante no es cuán lejos se llegue, sino que ya se despegó.

En un mundo donde la palabra “cuántico” se manosea más que billete de dos pesos, este hito no es humo ni promesa de marketing: está publicado en Physical Review X, una de las revistas más exigentes del planeta. Y no fue con una supercomputadora de laboratorio, sino con tecnología disponible comercialmente (aunque no masivamente).

El desafío ahora es llevar esta ventaja desde juegos abstractos a problemas reales: diseño de fármacos, simulación de moléculas, optimización logística, inteligencia artificial... Y hacerlo en condiciones que no requieran conocer la respuesta de antemano (como sucede con los oráculos matemáticos).

Pero la piedra angular ya está colocada. Y eso significa que la era cuántica no empieza mañana. Empezó ayer.

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