El sector textil acusa un retroceso del 13,1% en lo que va de 2025 y sobrevive con apenas el 40% de su capacidad operativa. ¿Quién se beneficia con la destrucción del textil argentino?
En lo que va de 2025, el sector textil argentino atraviesa un escenario sombrío. Según datos de la Fundación Pro Tejer y de la Asociación Obrera Textil (AOTRA), la producción de hilados y telas cayó 13,1% entre enero y mayo, mientras el uso de la capacidad instalada se ubica en un pobrísimo 40%. ¿El saldo? Cierre de 68 pymes, casi 4000 despidos y 900 suspensiones. Detrás de esta cifra se esconde una pregunta brutal: ¿quién se beneficia con la destrucción de la industria textil nacional?
La respuesta aparece entre líneas en las propias declaraciones de los actores del sector: la invasión de ropa importada, especialmente de origen asiático, sumada a una política económica que favorece el ingreso indiscriminado de productos extranjeros, empujan a las empresas locales a un callejón sin salida.
Los números no mienten
Mientras las fábricas argentinas apagan sus máquinas, plataformas como Tiendamia, Shein y Temu duplican ventas. En Tiendamia, la categoría de indumentaria lidera el ranking de consumo, con marcas globales a precios muy por debajo del mercado nacional. El fenómeno, conocido como “fast fashion” o directamente “ropa de descarte”, arrasa en un país golpeado por la recesión.
El secretario general de AOTRA, Hugo Benítez, no titubea al señalar el corazón del problema: “En vez de volvernos más competitivos, les bajamos los impuestos a los productos chinos. Pero nuestras fábricas compiten con máquinas de clase mundial. Lo que nos mata es el costo argentino, la falta de crédito, las tarifas, la inflación y un Estado que no regula nada”.
Una apertura sin defensa
Desde la Fundación Pro Tejer, Priscila Makari pone el foco en la política oficial: “Se levantaron controles, se bajaron aranceles, se facilitó el ingreso de indumentaria final, pero no se bajaron impuestos ni costos al productor local. Estamos en total desigualdad”.
Y el dato que resume todo: transportar una prenda de Catamarca a Buenos Aires es más caro que traer un contenedor desde China.
Entre la asfixia económica y la competencia desleal
En medio del derrumbe del consumo y el ingreso, los textiles argentinos compiten además contra prendas fabricadas con trabajo precario, sin derechos laborales ni ambientales. “Nosotros cumplimos con todas las leyes, pero no podemos competir con productos hechos con explotación infantil”, denuncia Makari.
El resultado es una tormenta perfecta: caída del consumo, avalancha importadora, sobreoferta, pérdida de rentabilidad y despidos. En provincias como La Rioja o Catamarca, donde el textil representa el 40% del empleo industrial privado, esto es directamente una catástrofe regional.
Lo que se viene: liquidaciones masivas
Con stocks abultados y deudas por pagar, las empresas anticipan lo que viene: descuentos agresivos, reventones de mercadería y cierre de locales. Y un número escalofriante: ya se perdieron 11.000 empleos registrados en el sector en un año.
¿Quién defiende a la industria nacional cuando el modelo económico apuesta a “importar barato” para frenar la inflación? ¿Y quién se hará cargo del costo social de esta política, cuando las fábricas cierren y el tejido productivo se desintegre?
Si llegaste hasta acá tomate un descanso con la mejor música