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09
Sáb, Ago

Ciencia y Tecnología

 La transmisión desde las profundidades del Atlántico no sólo rompe récords de audiencia: también reavivó el debate sobre el desguace del CONICET y el vaciamiento estatal.

¿Qué une a un calamar rojo volador con la indignación por el vaciamiento del CONICET? ¿Qué tienen en común una estrella de mar viralizada como “culona” y una transmisión científica que duplicó en vistas al mismísimo presidente de la Nación? La respuesta está a 3.900 metros bajo el mar, frente a la costa de Mar del Plata.

Desde el 23 de julio, el buque “Falkor Too” surca el Atlántico Sur con un objetivo tan noble como relegado por las políticas del actual gobierno: producir conocimiento. La expedición Talud Continental IV, en alianza entre el CONICET y el Schmidt Ocean Institute, se convirtió en un fenómeno sin precedentes: más de 80.000 espectadores en vivo, videos con millones de reproducciones, memes, apodos, criaturas nuevas y un país que, de golpe, volvió a emocionarse con la ciencia.

El ROV SuBastian, un robot submarino con tecnología de punta, mostró un universo oculto que sólo veíamos en documentales de la BBC: peces telescópicos, camarones fosforescentes, corales de mil colores, más de 25 especies identificadas, muestras de sedimentos, ADN ambiental, zooplancton, microplásticos. Todo eso, transmitido en tiempo real y con libre acceso. Ciencia pública, conocimiento gratuito.

Mientras tanto, ¿qué hace el Gobierno nacional? Veta leyes que aumentaban las jubilaciones, despide trabajadores estatales, cierra programas y reduce aún más el ya exiguo presupuesto para la investigación científica. La paradoja es brutal: la misma Argentina que se maravilla frente a sus científicos, los empuja a la precariedad o al exilio.

El investigador Ignacio Chiesa lo dijo llorando en vivo: “Un becario en Buenos Aires gana menos de un millón de pesos”. Abajo del agua, maravilla; arriba, abandono.

La lógica del “no hay plata” choca de frente contra el clamor social que despierta Talud IV. Porque sí hay país posible con ciencia. Sí hay desarrollo con conocimiento. Pero eso requiere decisión política, inversión sostenida, respeto institucional. No se construye con motosierra ni marketing libertario.

El contraste más brutal lo dio la comparación en redes sociales: la transmisión de Talud IV duplicó en vistas a la aparición de Milei en Neura, el canal fetiche del oficialismo. ¿Quién conecta mejor con la gente? ¿El relato de un iluminado o la emoción compartida de un hallazgo real, palpable, colectivo?

Y no se trata de romanticismo naïve. El impacto de esta campaña es concreto: los datos recogidos servirán para cartografiar el fondo marino argentino, estudiar la biodiversidad, entender el cambio climático y mejorar la protección ambiental. Pero también para formar estudiantes, alimentar papers, generar patentes y, por qué no, repensar nuestra soberanía marina.

¿Queremos seguir exportando cerebros o generar una Argentina que retenga su talento y lo ponga a producir?

La ciencia no es gasto. Es inversión. No es privilegio de élites. Es herramienta de transformación. El Estado que la impulsa no es “casta”: es estructura de futuro. Y si un calamar puede emocionar más que un presidente, algo nos está queriendo decir el fondo del mar.

Si llegaste hasta acá tomate un descanso con la mejor música