Un equipo del MIT replicó el experimento de la doble rendija con precisión atómica y desmintió una de las hipótesis más famosas de Albert Einstein.
Uno de los experimentos más emblemáticos de la historia de la física acaba de ser recreado con una precisión jamás alcanzada. Y sus resultados no solo reafirman la extraña belleza de la mecánica cuántica: también desmienten, con evidencia directa, una de las conjeturas más célebres de Albert Einstein.
Físicos del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), bajo la dirección del Nobel Wolfgang Ketterle, desarrollaron una versión cuánticamente ideal del experimento de la doble rendija, usando átomos individuales enfriados a temperaturas cercanas al cero absoluto y fotones dispersos de forma controlada. ¿El resultado? La dualidad onda-partícula de la luz no solo es real: también es imposible de observar simultáneamente.
Un clásico reinterpretado a escala atómica
El experimento de la doble rendija, propuesto por Thomas Young en 1801, mostró que la luz podía comportarse como una onda. Más de un siglo después, la mecánica cuántica reveló que la misma luz también se comporta como partícula. La paradoja: si se observa una propiedad, la otra desaparece.
Einstein, escéptico de la interpretación de Bohr, planteó en 1927 que un fotón debería hacer “crujir” una de las rendijas al atravesarla, delatando su trayectoria sin perder la interferencia. Bohr refutó esa idea aplicando el principio de incertidumbre: medir la trayectoria destruye la información ondulatoria.
Átomos, láseres y precisión cuántica
El equipo del MIT armó una especie de “retícula cristalina” con 10.000 átomos individuales suspendidos por haces láser en configuraciones idénticas. Luego proyectaron fotones únicos sobre este sistema, logrando que cada uno interactuara con dos átomos a la vez, como si fueran las rendijas del experimento original.
Al ajustar la “borrosidad” cuántica de los átomos (es decir, cuán precisa era su ubicación), pudieron controlar si los fotones se comportaban como ondas o como partículas. Cuanta más certeza sobre la trayectoria del fotón, menos interferencia se observaba.
Sin resortes, sin trampa
El punto clave del experimento fue eliminar el “resorte” conceptual propuesto por Einstein: no se usaron mecanismos de detección clásicos ni perturbaciones mecánicas. Incluso con los átomos flotando libremente —es decir, sin estar confinados por el láser— los resultados fueron los mismos.
“Los resortes no importan. Lo que cuenta es la correlación cuántica entre fotón y átomo”, explicó Fedoseev, uno de los autores principales.
Ciencia para el siglo XXI
El experimento coincide con el Año Internacional de la Ciencia y la Tecnología Cuánticas, declarado por Naciones Unidas. A un siglo exacto del nacimiento formal de la teoría cuántica, los investigadores logran por primera vez una versión ideal del pensamiento experimental propuesto por Bohr y Einstein.
> “Es una maravillosa coincidencia poder cerrar esta discusión histórica justo cuando celebramos los 100 años de la mecánica cuántica”, afirmó el coautor Lee.
Los hallazgos, publicados en una prestigiosa revista científica, representan una validación rotunda del principio de complementariedad: no es posible observar simultáneamente el carácter ondulatorio y corpuscular de la luz.
Einstein no estaba del todo errado en su afán por un universo determinista. Pero en este rincón particular de la física, el siglo XXI le dio la razón a Bohr.
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