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Dom, May

Ciencia y Tecnología

Científicos de la Universidad Laval descubrieron que la retina reacciona distinto en personas con Parkinson, abriendo paso a un test no invasivo que permitiría diagnosticar la enfermedad mucho antes de sus síntomas motores.

¿Y si una simple visita al oculista pudiera anticiparse a los temblores, la rigidez y el deterioro neurológico? Investigadores de la Université Laval, en Québec, aseguran que sí. En un estudio publicado en Neurobiology of Disease, hallaron que la retina podría ser la primera en delatar la presencia de Parkinson, mucho antes de que el cuerpo empiece a manifestar sus signos clásicos.

Actualmente, el Parkinson suele ser diagnosticado cuando los síntomas motores ya comprometen la vida diaria. “Para entonces, la enfermedad ha estado presente durante varios años y las neuronas afectadas ya están inmersas en un proceso degenerativo irreversible”, explica el profesor Martin Lévesque, quien lideró el estudio desde el Centro de Investigación Cerebral CERVO.

El equipo descubrió que las personas con Parkinson tienen una reacción luminosa en la retina claramente distinta. Para comprobarlo, colocaron un electrodo en el párpado inferior de 20 pacientes diagnosticados hacía menos de cinco años. Los destellos de luz —variando en intensidad, frecuencia y color— provocaron una respuesta retiniana anómala, muy diferente a la observada en un grupo control de personas sanas.

¿Por qué mirar a la retina? Porque, como recuerda Lévesque, “la retina es una extensión directa del sistema nervioso central y, en consecuencia, ofrece un modo no invasivo de explorar el cerebro”.

Pero no se quedaron ahí. Para confirmar el hallazgo, repitieron el experimento en ratones transgénicos que sobreexpresan una proteína humana asociada al Parkinson. Aunque los animales aún no presentaban síntomas motores, también mostraron patrones atípicos de respuesta retiniana.

Este hallazgo sugiere que, con una herramienta tan simple como un electrodo y un test de luz, se podría anticipar la enfermedad. La propuesta, entonces, va más allá del diagnóstico: apunta al cribado poblacional.

“Podríamos ofrecer un examen funcional de la retina a partir de los 50 años”, propone Lévesque. “Así podríamos aplicar intervenciones preventivas antes de que el daño neuronal se vuelva irreversible. Además, esta prueba podría usarse para seguir la evolución de la enfermedad o evaluar la eficacia de nuevos tratamientos.”

Una prueba no invasiva, económica y funcional que podría cambiar las reglas del juego en el diagnóstico precoz del Parkinson. Tus ojos, una vez más, podrían ser la ventana al alma... y al cerebro.

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