El Dr. Sebastián Apesteguía, investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), volvió a estar en el centro de la escena de los hallazgos de relevancia mundial
presentó a “Gualicho”. La novedad científica del dinosaurio carnívoro de la Patagonia hallado fue publicado recientemente en la prestigiosa revista científica PLOS ONE. El título del trabajo en inglés fue “An unusual new theropod with a didactyl manus from the Upper Cretaceous of Patagonia, Argentina” (Un inusual terópodo nuevo con manos de dos dedos, procedente del Cretácico Superior de Patagonia).
“Este suceso inscribe un nuevo capítulo en la fascinante historia de los hallazgos de dinosaurios. Felicito a los investigadores argentinos y de otros países que hicieron posible este esfuerzo de 17 años, donde se conjugaron elementos virtuosos de diferente tipo”, manifestó el presidente del Consejo.
Hallazgo y maldición
El nombre “Gualicho” refiere a las enormes dificultades que sortearon los científicos para poder recobrar el esqueleto hallado y también honra a la antigua diosa watsiltsüm de los tehuelches del norte (o Gennakenna), considerada como la dueña de los animales y del viento, y materializada en los remolinos de polvo de la estepa. Al llegar el cristianismo, la diosa fue reinterpretada como una entidad demoníaca y hoy representa a la mala suerte o una maldición.
Es que la historia de vicisitudes que rodearon el descubrimiento de “Gualicho” explica exactamente el porqué de su nombre. Todo comenzó en 1999, cuando, tal como explicó el Dr. Apesteguía – también investigador de la Fundación Azara y la Universidad Maimónides y director del Área de Paleontología de la Fundación de Historia Natural Félix de Azara- un equipo liderado por el halló numerosos huesos de dinosaurios y troncos petrificados en un campo situado al borde del embalse Ezequiel Ramos Mexía, en la provincia de Río Negro, propiedad de Francisco Violante, justo frente a la localidad neuquina de Villa El Chocón. En el año 2007, en el marco de un convenio con el Dr. Peter Makovicky, del Field Museum de Chicago, realizaron una expedición conjunta con el fin de buscar y colectar aquellos restos y los que aparecieran. Tras casi un mes de trabajo en que se hallaron dos esqueletos de dinosaurios herbívoros y excrementos fosilizados de dinosaurios, la jefa de técnicos del Field Museum, la japonesa Akiko Shinya, halló el martes 13 de febrero de 2007 el esqueleto casi completo de un dinosaurio carnívoro. Pocos días después, uno de los dos vehículos volcó y aunque sin daños humanos graves, la campaña debió interrumpirse y el dinosaurio no pudo ser colectado, por lo que se lo cubrió con yeso para protegerlo.
En la temporada siguiente, en tanto, nuevas autoridades provinciales impidieron continuar los trabajos y finalmente el dinosaurio desapareció. Tiempo después se supo que había sido colectado por personal del Museo Patagónico de Ciencias Naturales. El espécimen fue preparado y mucho tiempo transcurrió debido a problemas diversos, hasta que pudo ser estudiado.
A partir de allí, el fósil fue estudiado, además de por el Dr. Apesteguía, por Peter J. Makovicky, que trabaja en el Field Museum de Chicago (Estados Unidos), Nathan Smith, que trabaja en dinosaurios carnívoros -en especial de la Antártida, en el Museo de Los Angeles (Estados Unidos)- y Rubén Juárez Valieri, especialista en dinosaurios carnívoros que trabaja en colaboración con Apesteguía desde 2004, y en la Secretaría de Cultura de la Provincia de Río Negro, desde General Roca.
Características
El espécimen hallado consiste en un esqueleto parcial de un terópodo de unos 6 metros de longitud que comprende vértebras de la espalda, parte de la cola, el omóplato (escápula y coracoides) y brazo completo izquierdo, partes de la pelvis, así como partes de ambas piernas. Un punto importante del descubrimiento consistió en que gran parte del espécimen se halló articulado, arqueado hacia arriba y con sus costillas ventrales (gastralia) articuladas.
La identidad de “Gualicho” está muy ligada a la del africano Deltradromeus. Sin embargo, este dinosaurio tampoco ha sido confiablemente asignado a alguno de los grupos conocidos de terópodos, ya que posee características mixtas entre los dos mayores grupos de carnívoros: los ceratosaurios y los tetanuros. Con estos últimos, “Gualicho” comparte la forma de la mano, la que se ve fuertemente reducida y el tercer dedo se preserva apenas como una aguja de hueso, del mismo modo en que se observa en megaraptores y tiranosaurios, aunque todos ellos lo habrían adquirido en forma paralela e independiente, no por herencia de un ancestro en común.
Esto permite inferir a los científicos que es posible que “Gualicho” sea parte de los neovenatóridos, un grupo emparentado con los gigantescos carcarodontosáuridos, los mayores dinosaurios carnívoros del hemisferio sur.
En la zona en la que se descubrió este dinosaurio afloran rocas de unos 90 millones de años de antigüedad, conocidas como Formación Huincul, depositadas a principios del Cretácico Superior, en una época en que convivían los mayores de todos los dinosaurios herbívoros del mundo, como los titanosaurios, junto con rebaquisáuridos de tamaño mediano, veloces iguanodontes que escapaban de carnívoros de todo tipo, desde pequeños emplumados hasta colosales carcarodontosáuridos, y en el medio terópodos medianos como los abelisáuridos y ahora, “Gualicho”.
El hallazgo de “Gualicho” cobra relevancia internacional no por los huesos en sí sino por el estudio puesto sobre el material: años dedicados a interpretar qué significaba este dinosaurio en el contexto de lo que conocemos de su grupo. Esto es posible gracias a que la Argentina tiene una extensa tradición paleontológica que, aunque iniciada por españoles y franceses durante los siglos XVII y XVIII, contaba ya a principios del siglo XIX con representantes argentinos estudiando mamíferos fósiles, como Francisco Javier Muñiz y los que le siguieron.
Cabe destacar que los materiales fósiles originales de “Gualicho”, así como la mayoría de los fósiles procedentes del Campo de Violante se hallan depositados en el Museo Patagónico de Ciencias Naturales, de General Roca, y algunos en el Museo Provincial Carlos Ameghino, de la ciudad de Cipolletti, Río Negro.