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Jue, Oct

Nacional

El presidente buscó desligar a su hermana de las coimas en la ANDIS con una lógica más cercana al cinismo que a la transparencia institucional.

El presidente Javier Milei reapareció públicamente para defender a su hermana, Karina Milei, envuelta en un escándalo de supuestas coimas dentro de la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS), con una frase que desconcertó incluso a sus seguidores más fieles:

“Si vos te podés quedar con el 100, ¿por qué te vas a quedar con el 3? Es ridículo”.

La afirmación, formulada en una entrevista con A24, no fue una explicación jurídica ni una negación firme, sino una lógica que, más que despejar dudas, las multiplica.

El caso explotó cuando Diego Spagnuolo, un exfuncionario, declaró que Karina Milei habría estado recibiendo un 3% de retorno por cada contrato o transacción autorizada en la ANDIS. La Secretaría General, que dirige Karina, tuvo bajo su órbita ese organismo durante los primeros meses de gestión.

Lejos de refutar con datos o abrir una investigación, Milei optó por descalificar la denuncia mediante una frase que parece asumir como normal —e incluso justificable— la corrupción estructural en el Estado:

“La realidad es que todo eso es falso. ¿Mi hermana es alguien que se caracterice por hablar mucho? ¿Por qué cambiaría su forma de ser?”, agregó, apelando a un argumento de personalidad antes que a una desmentida institucional.

El presidente también intentó mostrar una especie de coartada burocrática:

“ANDIS estaba en la Secretaría General y lo primero que hizo Karina fue sacársela de encima. La mandó a Capital Humano y después a Salud”.
El cambio de dependencia, lejos de aclarar, suma opacidad. ¿Fue para desactivar una bomba interna o una maniobra de distracción?

Viaje, cancelación y daños colaterales

El reportaje llega tras su viaje a Estados Unidos, donde Milei buscó respaldos en la ultraderecha de Donald Trump, y luego de cancelar sorpresivamente su visita a Tierra del Fuego, en medio de crecientes tensiones internas por denuncias que ya empiezan a salpicar a otros miembros del gabinete.

La defensa improvisada del mandatario, con tono entre burlón y evasivo, refleja algo más grave: un vacío de institucionalidad donde la palabra presidencial ya no garantiza transparencia, sino que refuerza sospechas.

Lo que debería investigarse con seriedad —el desvío de fondos públicos en una de las áreas más sensibles del Estado, como lo es la discapacidad— terminó reducido a una chicana televisiva.

El problema ya no es si Karina se quedó con el 3% o con el 100%. El problema es que nadie en el Gobierno parece dispuesto a responder con seriedad ante una denuncia por corrupción. Y eso, en boca del presidente, no es solo ridículo: es preocupante.

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