Se registró una caída de 21 puntos en un año. Aunque hay mejoras, el informe académico advierte que la cifra está inflada por problemas metodológicos y estructurales.
La pobreza bajó. Pero no tanto como dice el INDEC. O al menos, eso plantea la Universidad Católica Argentina (UCA), que advierte que la cifra oficial del 31,6 % para el primer semestre de 2025 podría estar “sobrerrepresentando” el alivio social. En criollo: el dato mejora, pero la realidad de millones de personas no cambió al mismo ritmo.
Según el organismo oficial, la pobreza cayó más de 21 puntos en un año —desde el 52,9 % al 31,6 %— mientras que la indigencia bajó del 18,1 % al 6,9 %. Un derrumbe estadístico que, por su magnitud, enciende luces de alerta en los equipos técnicos de la UCA.
Desde el Observatorio de la Deuda Social Argentina, dependiente de esa casa de estudios, remarcan que hay avances reales, pero también problemas metodológicos que inflan el resultado.
¿Qué cuestiona la UCA?
Primero, que el INDEC sigue midiendo la pobreza con canastas básicas construidas en base a consumos de 2004-2005, sin actualizar con la información del relevamiento de gastos 2017-2018. Es decir, se mide con una foto vieja, en un país que ya no existe.
Segundo, que la baja de la inflación a partir del segundo semestre de 2024 permitió una mejor captación de ingresos, tanto laborales como no laborales, en la Encuesta Permanente de Hogares. Pero ese mismo cambio rompe la comparación con los años anteriores.
“La caída de la pobreza es real, pero su magnitud está sobrerrepresentada”, señala textualmente el informe de la UCA.
En buen castellano: el fenómeno existe, pero el número es demasiado optimista.
¿Qué se esconde detrás del número?
La pobreza por ingresos, tal como la mide el INDEC, no capta otras dimensiones del empobrecimiento social: calidad del empleo, acceso a servicios, endeudamiento informal, dependencia de redes familiares para sobrevivir. Y mucho menos, los efectos rezagados de una política de ajuste fiscal brutal como la que encabeza Javier Milei.
El propio informe aclara que la estructura actual subestima los gastos reales de los hogares, sobre todo en contextos donde se dispararon tarifas, alquileres y precios regulados.
Un dato real, pero con patas cortas
Lo que plantea la UCA no es una crítica ideológica: es un pedido técnico de honestidad estadística. Actualizar las canastas, transparentar los cambios metodológicos y evitar que los números se conviertan en marketing político es la única forma de reconstruir credibilidad.
Porque cuando el dato sirve más para hacer campaña que para mostrar la verdad, deja de ser estadística y se convierte en relato.
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