El conflicto petrolero en Santa Cruz desnuda un pacto de silencio que se rompió demasiado tarde. Durante semanas, más de 1.300 trabajadores fueron empujados a aceptar "retiros voluntarios" que no tenían nada de voluntarios. Se los obligó a firmar acuerdos leoninos, redactados para blindar a las empresas y despojarlos de sus derechos.
Nadie los defendió. Ni el gobierno provincial, ni el sindicato. Ahora, cuando los despidos están consumados y la crisis es irreversible, el gremio petrolero anuncia un "paro general por tiempo indeterminado". ¿Quién puede creerles?
Un sindicalista a la orden del gobernador
El secretario general del Sindicato Petrolero, Rafael Güenchenen, se presenta como un líder combativo, pero su accionar demuestra lo contrario. Hasta ahora, el gremio fue cómplice del ajuste. No movió un dedo para impedir que los trabajadores firmaran los acuerdos de retiro forzoso, repletos de cláusulas abusivas: renuncias a futuras demandas, prohibición de hablar sobre las condiciones laborales, compromisos de confidencialidad casi mafiosos. Y ahora, cuando la bronca crece, sacan la carta del paro para intentar lavar su imagen.
Güenchenen no es un sindicalista autónomo. Es un soldado del gobernador Claudio Vidal, su antecesor en el gremio. No toma decisiones sin su visto bueno. Y eso explica mucho: Vidal no hizo nada para frenar los despidos porque su prioridad no es defender a los petroleros, sino mostrarse como un gobernador confiable para las empresas y el gobierno nacional. Santa Cruz atraviesa una crisis económica feroz y necesita inversiones. ¿Cómo va a enfrentarse Vidal con las petroleras si su discurso es atraer capitales?
Por eso, el SIPGER esperó hasta que los retiros voluntarios fueran una realidad. Cuando ya no quedaba nada por negociar, cuando cientos de trabajadores quedaron afuera, entonces apareció el paro. No para defender empleos, sino para que el gremio no pierda credibilidad entre los afiliados y evitar un estallido de bronca que lo ponga en jaque.
YPF, el retiro anunciado y la hipocresía del reclamo
La retirada de YPF no es una sorpresa. Hace años que la producción en Santa Cruz viene en caída. La empresa ya no ve rentable seguir operando en la cuenca del Golfo San Jorge y prefiere concentrar sus recursos en Vaca Muerta. Esto no empezó ahora: el vaciamiento de los yacimientos santacruceños viene desde 2016, con la desinversión progresiva. ¿Recién ahora el sindicato y el gobierno se dan cuenta?
Es llamativo que Güenchenen salga a culpar al ex presidente de YPF, Pablo González, acusándolo de desviar fondos para la política. No porque González no tenga responsabilidades (las tiene, y muchas), sino porque cuando estaba al frente de la empresa, el gremio petrolero no lo enfrentó con la dureza que ameritaba. ¿Por qué esperaron hasta ahora para hacer público un señalamiento tan grave? ¿Por qué callaron mientras los despidos avanzaban?
La realidad es que el paro no busca revertir la salida de YPF ni frenar el ajuste. No hay una estrategia para recuperar la inversión ni una negociación seria en marcha. Es puro humo para que el sindicato parezca combativo y para que Vidal pueda presentarse como un gobernador que "pelea" por los petroleros, cuando en realidad los dejó solos en el peor momento.
Trabajadores sin futuro
El panorama no es alentador. El retiro de YPF abre un abismo de incertidumbre en el sector petrolero santacruceño. El gobierno y el sindicato hablan de la llegada de nuevas empresas, pero nadie explica cómo ni cuándo. Mientras tanto, los despedidos quedan a la deriva.
El paro, lejos de ser una herramienta de presión real, parece la última escena de una puesta en escena en la que Vidal y Güenchenen jugaron su papel con precisión. El ajuste ya pasó, los despidos ya se hicieron, las empresas ya se blindaron. El paro llega tarde y solo sirve para que los responsables de esta crisis intenten despegarse del desastre que ayudaron a concretar.
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