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Sáb, Ago

Ciencia y Tecnología

Un estudio corregido pero no retractado vuelve a poner en la mira a las extrañas partículas que prometen revolucionar la computación.

¿Puede una partícula que se anula a sí misma ser la clave de la computación cuántica? La historia reciente del experimento danés sobre las llamadas partículas de Majorana vuelve a encender esa pregunta. Y no sólo por lo que dice, sino por lo que calla.

En 2018, un equipo del Niels Bohr Institute, liderado por Charlie Marcus, publicó en la revista Science un artículo revolucionario. Decían haber encontrado señales de una partícula tan exótica como hipotética: una que es su propia antipartícula. La promesa: si se confirmaba, estaríamos frente a un paso vital hacia qubits más estables y computadoras cuánticas funcionales.

Pero desde el primer momento, el experimento fue observado con lupa. Faltaban datos. Las señales eran demasiado limpias. Las condiciones, ideales. Y, como suele pasar, donde hay mucho en juego (y financiamiento de Microsoft), la comunidad científica se pone paranoica. Con razón.

En 2021, la revista Science puso una alerta sobre la publicación original. Y ahora, en 2025, la levanta. ¿Por qué? El equipo danés entregó una corrección de 20 páginas, sin modificar sus conclusiones. Para ellos, no hubo fraude ni error, apenas “más datos”. Para otros, esa falta de autocrítica es en sí misma una forma de manipulación.

¿Qué es una partícula de Majorana?

Imaginá una moneda que tiene la misma cara de ambos lados. Eso sería una Majorana: una partícula sin “antiverso”, que si se encuentra consigo misma... desaparece.

En laboratorio, los físicos creen que podrían generarse cuasipartículas de Majorana dentro de materiales superconductores a temperaturas cercanas al cero absoluto. Son “fantasmas cuánticos” que no existen como partículas reales, pero que aparecen como soluciones dentro de sistemas físicos extremos.

¿Por qué importan?

En computación cuántica, los qubits actuales son extremadamente frágiles. Un leve ruido externo puede colapsarlos. Las Majoranas —por cómo interactúan consigo mismas— podrían dar lugar a qubits topológicos, casi inmunes a interferencias. En teoría, serían la base de una revolución tecnológica sin precedentes.

¿Qué se discute?

La crítica central es metodológica. El equipo danés reportó señales consistentes con Majoranas en todo el “régimen de túnel”. Pero otros científicos, como Sergey Frolov y Vincent Mourik, aseguran que eso no es cierto: las señales aparecen sólo en un rango acotado, y eso cambia completamente el análisis.

Un comité internacional viajó a Copenhague, revisó experimentos, entrevistó autores. Su veredicto fue incómodo: no hubo fraude, pero sí selección parcial de datos favorables. Lo no conveniente, se omitió. Una especie de ciencia cherry-picking.

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