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Sáb, Ago

Ciencia y Tecnología

Nuevas observaciones ponen en duda el caos perfecto del Big Bang. ¿Estamos viendo el eco de un colapso anterior? ¿Y si el universo no explotó… sino que cayó?

¿Y si el universo fuera el interior de un agujero negro?

Hay preguntas que parecen salidas de una novela de ciencia ficción, pero que, de vez en cuando, se cuelan en la física más seria. Esta es una de esas:
¿Y si el universo entero en el que vivimos —tú, yo, las galaxias, los gatos— estuviera contenido dentro de un agujero negro?

No es una teoría nueva, pero volvió a escena con fuerza gracias al Telescopio Espacial James Webb. En sus observaciones más recientes, el JWST notó algo que hizo fruncir el ceño a más de un cosmólogo: alrededor de dos tercios de las galaxias más primitivas observadas giran en la misma dirección. Como si alguien las hubiera alineado desde el principio. Como si el caos no fuera tan caótico, después de todo.

Y eso... no encaja.

El universo no debería tener dirección preferida. Pero parece que sí.

Uno de los principios más básicos en cosmología es que, a gran escala, el universo no tiene ejes, ni arriba, ni abajo, ni derecha, ni izquierda. Es isotrópico, como una sopa sin ingredientes flotando más de un lado que del otro. Pero si las galaxias tempranas giran todas para el mismo lado… bueno, eso rompe el hechizo de la aleatoriedad.

Algunos se lo tomaron con cautela. Tal vez estamos viendo mal. De verdad. Porque desde nuestro rincón en la Vía Láctea, nos movemos a una velocidad absurda (más de 800 mil kilómetros por hora). Ese movimiento puede generar un efecto Doppler: como cuando una ambulancia se acerca y suena distinto a cuando se aleja, solo que aplicado a galaxias enteras. En resumen: podría ser una ilusión óptica cósmica.

Pero hay quienes no se conforman con eso.

La hipótesis del agujero negro ancestral

Una teoría que viene dando vueltas (literalmente) es que nuestro universo nació dentro del colapso de una estrella en otro universo más grande. En vez del Big Bang como una explosión desde la nada, sería más bien una transición: lo que para aquel universo fue el nacimiento de un agujero negro, para nosotros fue el inicio del tiempo.

¿Y si ese agujero negro giraba?
¿Y si ese giro dejó una especie de huella, una dirección cósmica heredada?
¿Y si eso explicara por qué tantas galaxias, desde el principio mismo, decidieron girar hacia un mismo lado?

La idea es osada, pero no es delirio. Tiene ecuaciones, modelos teóricos, papers. No es misticismo, no es conspiranoia. Pero tampoco es una verdad establecida. Es una provocación científica, un “¿y si…?” con fundamentos, pero que necesita mucha más evidencia.

¿Entonces vivimos en un agujero negro?

La respuesta corta: no lo sabemos.
La larga: es posible, pero improbable… por ahora.

Lo más valioso de todo esto no es si la teoría es cierta o no. Lo más valioso es lo que nos obliga a replantear. Porque si esta idea fuera cierta, cambiaría nuestra comprensión del tiempo, del espacio, de lo que llamamos “afuera” del universo. No sería sólo un giro físico: sería un giro filosófico.

Y eso, al fin y al cabo, es lo que hace grande a la ciencia: no quedarse cómoda con sus respuestas, sino seguir haciendo preguntas que incomodan.

Si descubriéramos que estamos atrapados dentro de un agujero negro…
¿realmente cambiaría algo? ¿O seguiríamos igual, buscando sentido entre las estrellas?

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