La hipótesis del investigador Avi Loeb, de Harvard, aún no fue revisada por pares, pero genera revuelo en redes y despierta paralelismos con casos históricos de histeria colectiva.
Según Loeb, el comportamiento del objeto –su velocidad de 60 km por segundo, su inusual brillo y la ausencia de penacho característico de los cometas– sugiere que podría tener origen artificial, es decir, no ser un cuerpo natural. “La superficie refleja más luz de la esperada, y su trayectoria no responde a las leyes habituales de la física orbital”, afirma en el paper aún sin revisión científica, publicado en arXiv.
El problema, como siempre con Loeb, no es sólo lo que dice, sino el momento en que lo dice. Con un clima cultural sensibilizado por los informes de UAP (Fenómenos Aéreos No Identificados), las audiencias del Congreso de EE.UU. sobre contactos inexplicables, y un auge del consumo de ciencia ficción distópica, la posibilidad de una amenaza extraterrestre encuentra terreno fértil para proliferar.
¿Hay razones para preocuparse?
Por ahora, ninguna agencia espacial ha clasificado a 3I/ATLAS como una amenaza real. Tanto la NASA como la Agencia Espacial Europea lo monitorean, pero sin emitir alerta alguna. La comunidad científica sigue considerando que se trata de una hipótesis no demostrada.
No obstante, Loeb insiste. No es la primera vez. En 2017 hizo lo mismo con ‘Oumuamua, al que definió como una “vela solar interestelar enviada por una civilización lejana”. Sus ideas fueron desacreditadas por buena parte del establishment astronómico, aunque cosechó seguidores fervorosos entre los curiosos y los conspiranoicos.
El periodista Gustavo Sylvestre, al comentar el caso, fue más allá: “Loeb revela un plan más profundo. Lo que pasa en Argentina, lo que pasó con Lula o Correa... es parte de una agenda global que ahora apunta al cosmos”.
¿Es posible que sea real?
Científicamente, nada está confirmado. Los datos actuales son escasos, y el objeto estará oculto tras el Sol hasta fines de octubre. Recién entonces podrían tomarse mediciones concluyentes. Pero la afirmación de Loeb ha tenido un impacto inmediato: miles de usuarios en X (exTwitter), canales de Telegram y foros de Reddit debaten sin pausa.
Algunos, con pánico; otros, con sarcasmo. Ya lo vivimos antes: desde la emisión radial de La Guerra de los Mundos en 1938 hasta los rumores apocalípticos del 2012. La diferencia es que hoy el miedo viraliza más rápido que cualquier virus.
Consecuencias de una hipótesis descontrolada
Aunque la amenaza no sea real, los efectos sociales podrían serlo. Los mercados financieros son sensibles a este tipo de shocks. Si la teoría se instala como verdad entre ciertos grupos, podría provocar decisiones económicas, migratorias o incluso políticas de alto impacto.
Un ejemplo: plataformas como Tiendamia reportaron aumentos en ventas de supervivencia, mientras que en redes sociales se viralizan “kits de contacto alienígena”.
Desde ya, no hay razón objetiva para entrar en pánico. Pero sí urge que la comunidad científica actúe con firmeza y transparencia. En este sentido, la NASA y el Observatorio Rubin en Chile ya anunciaron que ampliarán el monitoreo del objeto a partir de octubre.
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