Un estudio reveló que mantener el deseo de aprender, especialmente con la edad, puede actuar como barrera frente a la demencia y otros deterioros cognitivos.
En un contexto donde el Alzheimer y otras formas de demencia amenazan a millones de adultos mayores, un nuevo estudio internacional —con participación de científicos de la Universidad de California, Los Ángeles (UCLA)— sugiere que mantener la curiosidad puede ser tan valioso como cualquier medicina preventiva.
El trabajo, publicado en la revista PLOS ONE, distingue entre dos formas de curiosidad: la rasgo (una inclinación permanente por explorar) y la estado (el interés momentáneo por una información concreta). Y revela una sorpresa: si bien la curiosidad rasgo decae con la edad, la estado —esa que se despierta cuando algo te interpela o fascina— aumenta con los años.
“La gente mayor no deja de aprender, simplemente se vuelve más selectiva con lo que le interesa”, explicó Alan Castel, psicólogo de UCLA y autor principal del trabajo. “Y eso no es señal de declive, sino de inteligencia acumulada”.
El equipo de investigación, que incluyó también a Mary Whatley (Western Carolina University), Kou Murayama (Universidad de Tubinga) y Michiko Sakaki (Instituto Tecnológico de Kochi), examinó a más de 300 personas entre los 20 y los 84 años. Midieron ambos tipos de curiosidad con cuestionarios y trivia, como por ejemplo, ¿cuál fue el primer país que otorgó el voto femenino? (spoiler: Nueva Zelanda).
El hallazgo fue contundente: mientras la curiosidad “de base” cae levemente con la edad, la específica se dispara en la vejez. “Cuando ya no estás corriendo detrás del ascenso o la hipoteca, aparece el placer de aprender por aprender”, sostuvo Whatley. Y eso tiene beneficios más allá del entretenimiento: estimula la memoria, evita el retraimiento social y, según múltiples estudios previos, reduce los riesgos de deterioro cognitivo.
Castel cree que los resultados rompen con el prejuicio de que la gente mayor pierde interés por el mundo: “En realidad, simplemente cambia la motivación: no quieren saber todo, quieren saber lo que les importa”.
Los investigadores también apuntan que la pérdida de curiosidad —el desinterés abrupto por cosas antes placenteras— puede ser un signo temprano de demencia. “Mantener la sed de conocimiento podría ser tan relevante como llevar una dieta saludable o hacer ejercicio”, concluye el artículo.
El trabajo, financiado por el Instituto Nacional sobre el Envejecimiento de EE. UU., la Leverhulme Trust y la Fundación Alexander von Humboldt, pone el foco en algo que no cuesta dinero, no requiere receta y puede practicarse hasta el último día: seguir preguntando.
Fuente: https://doi.org/10.1371/journal.pone.0320600
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