La colaboración ALICE del CERN detectó por primera vez la producción de núcleos de oro mediante colisiones de iones de plomo en el LHC, concretando un sueño alquimista que, sin embargo, no generará riqueza sino conocimiento sobre los procesos nucleares y los límites del colisionador.
Durante siglos, la alquimia persiguió la transmutación de metales como el plomo en oro. Hoy, en pleno siglo XXI y con física de altísima energía, esa vieja aspiración se concretó de manera científica en el Gran Colisionador de Hadrones (LHC), el acelerador más poderoso del mundo. En un artículo reciente publicado en Physical Review C, el equipo del experimento ALICE confirmó la conversión efectiva de núcleos de plomo en núcleos de oro en condiciones de laboratorio.
Este fenómeno se produce en colisiones denominadas "ultraperiféricas", en las que los núcleos no se chocan frontalmente sino que apenas se rozan, generando un campo electromagnético intenso capaz de provocar disociaciones nucleares. Según explica Uliana Dmitrieva, investigadora del proyecto: “Es la primera vez que se estudia de forma sistemática la firma experimental de este proceso. Es transmutación nuclear, pero por medios electromagnéticos”.
En esos encuentros rasantes, un fotón puede impactar sobre un núcleo de plomo-208 y desencadenar la expulsión de tres protones y al menos un neutrón. El resultado: oro-203, un isótopo radiactivo del oro.
Pese al impacto teórico, no hay razones para entusiasmarse comercialmente. La cantidad generada durante el Run 2 del LHC (2015-2018) fue ínfima: unos 86 mil millones de núcleos, equivalentes a apenas 29 picogramos. En palabras de John Jowett, otro de los físicos del equipo: “El oro aparece durante una fracción de segundo y luego se desintegra; es más una validación teórica que un hallazgo económico”.
Los resultados no sólo validan modelos sobre disociación electromagnética, sino que también ayudan a calibrar las pérdidas de haz —un parámetro vital para la eficiencia y seguridad del LHC— y se proyectan como herramientas clave para futuros colisionadores.
Marco Van Leeuwen, vocero de ALICE, subrayó la precisión del experimento: “Nuestros detectores permiten estudiar colisiones extremadamente energéticas y, al mismo tiempo, procesos raros como éste, donde apenas se producen unas pocas partículas”.
Así, la alquimia renace, aunque esta vez con ecuaciones en lugar de calderos, y en lugar de fabricar riqueza, construye ciencia.
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