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Jue, Sep

Nacional

¿Qué ocurre cuando las promesas disruptivas no encuentran anclaje en la realidad? ¿Cuánto puede sostenerse un gobierno cuyo discurso se choca con la percepción de una ciudadanía que no ve los frutos del sacrificio? Estas preguntas se agitan en el aire desde que Javier Milei ofreció su discurso en el Congreso, presentando el Presupuesto 2025.

Un Congreso semivacío, un público que apagó la televisión y un malestar creciente entre quienes empiezan a perder la paciencia.

¿Qué pasó con la audiencia? El desplome del rating durante la cadena nacional fue más que simbólico. El país que lo votó masivamente como un outsider dispuesto a voltear el tablero ahora le da la espalda. La respuesta inmediata se mide en números: más de 10 puntos de audiencia perdidos en televisión abierta y un Congreso desangelado, con la mitad de los legisladores ausentes. El mensaje parece claro: la política del ajuste sin resultados tangibles está generando hastío.

¿Por qué esta caída? Aquí entra la realidad. Si algo ha marcado los primeros meses de Milei en la presidencia es la falta de resultados concretos que acompañen sus ambiciosos discursos. A nueve meses de su mandato, la mayoría de los argentinos sigue sin ver mejoras en su bolsillo: el 73,9% dice que su situación económica no ha mejorado desde su llegada al poder.

Las tarifas de luz, gas y agua, lejos de "estar regaladas", han sufrido aumentos importantes, y su promesa de recuperar el poder adquisitivo de los jubilados choca con la percepción popular, que en un 70% la considera falsa. Entonces, ¿cuánto más puede sostenerse un gobierno cuyo relato ya no convence?

Pero hay más. Milei prometió la motosierra, el ajuste sin piedad, y lo está cumpliendo. El Presupuesto 2025 que presentó se centra en el déficit cero y la reducción del gasto público, con un ajuste brutal que impacta en las provincias y en sectores sensibles. Pero la pregunta que surge es: ¿puede sostenerse este ajuste sin un programa claro de crecimiento? ¿Hasta cuándo la sociedad aceptará sacrificios sin ver luz al final del túnel?

Frente a este escenario, aparece otro interrogante clave: ¿dónde está la oposición? El desgaste de Milei es evidente, pero aún no se vislumbra una figura clara que encabece el descontento. La oposición peronista sigue fragmentada, entre sectores que no logran articular un liderazgo sólido, mientras que los movimientos sociales y sindicales, que históricamente han canalizado el descontento popular, aún no encuentran una voz potente. ¿Quién hablará por los desconformes?

Este vacío es significativo. En tiempos de crisis, la política suele ofrecer dos salidas: el oficialismo se reinventa o la oposición se erige como una alternativa. Hoy, ninguna de estas dos opciones parece materializarse con fuerza. Si Milei logra capitalizar este escenario, podría sobrevivir a la tormenta; pero si la oposición, o algún nuevo liderazgo, logra articular el descontento social, el panorama podría cambiar drásticamente.

¿Puede Milei revertir la situación? Su retórica antisistema, que resultó tan eficaz para ganar la presidencia, ahora se enfrenta al desafío de la gestión. Sin embargo, los números no lo acompañan, ni en las encuestas ni en la economía. La desaprobación de su gobierno ha escalado al 57%, y más de la mitad del país cree que la situación empeorará en el próximo año. ¿Es posible gobernar solo con promesas de ajuste? Y más importante aún: ¿hasta cuándo la ciudadanía estará dispuesta a seguir pagando los costos sin ver resultados?

Las respuestas aún no están claras, pero una cosa es segura: el margen de error de Milei se estrecha. Sin una oposición fuerte, por ahora el reloj corre a su favor, pero no por mucho tiempo. La historia reciente de Argentina muestra que la paciencia de los sectores golpeados por la crisis puede agotarse rápidamente, y la política ofrece siempre una segunda oportunidad para los que saben aprovechar el malestar.

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