Los últimos datos del INDEC y el RIPTE revelan una preocupante pérdida de poder adquisitivo para los trabajadores argentinos, reflejando un reacomodamiento de ingresos que no logra seguir el ritmo del costo de vida.
En 2023, los salarios cerraron con un promedio de $ 484.298,40 en diciembre, un aumento del 149,4% frente a una inflación del 211,4%. Esta brecha representa una pérdida del poder adquisitivo del 60%, evidenciando la cruda realidad de los trabajadores que han visto disminuir su capacidad de compra en casi la mitad de lo que aumentó el costo de vida.
El panorama empeoró tras la devaluación de agosto del año anterior y la escalada inflacionaria, que se agravó con la depreciación del gobierno actual y la subida de precios. En marzo de este año, el salario promedio formal fue de $ 705.832,58, situándose por debajo del valor de la canasta familiar de pobreza.
Desde 2015, el RIPTE acumula una pérdida del 30%, siendo el gobierno de Mauricio Macri responsable del 20% y el de Alberto Fernández, junto con la gestión de Javier Milei, del restante 10%.
En cuanto a las proyecciones para 2024, las empresas argentinas prevén un incremento anual del 191% en las remuneraciones de sus colaboradores, manteniendo cierto rezago respecto a la inflación estimada del 202%. Esto se traduce en ajustes salariales más frecuentes, con revisiones bimestrales e incluso mensuales para contrarrestar el ritmo inflacionario.
El aumento de la periodicidad de ajustes salariales y el pago de bonos son estrategias adoptadas por las empresas para mantener la competitividad del salario y motivar el cumplimiento de objetivos. Además, se destacan otros beneficios como adelantos de aguinaldos, anticipos de sueldos y mejoras en la propuesta de valor del empleado como medidas para compensar la pérdida del poder adquisitivo.
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