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Lun, Dic

Economía

La motosierra del gobierno nacional destruye pymes, empleos formales y consumo interno. La Union Industrial Argentina advierte sobre un colapso.

La motosierra de Milei no corta privilegios, corta trabajo. A cada hora que pasa, una empresa cierra en la Argentina. Cada 60 minutos, 16 personas pierden su empleo formal. No son estadísticas sueltas: es el resultado palpable de una política que castiga al aparato productivo mientras premia la especulación y el desguace estatal.

La Superintendencia de Riesgos del Trabajo confirmó que entre noviembre de 2023 y septiembre de 2025 cerraron 19.114 empresas. Se destruyeron más de 264.000 puestos de trabajo registrados. Lo que Milei vende como “libertad” es, en realidad, libertad para fundirse.

La utilización de la capacidad instalada cayó al 61% en octubre. Es el peor nivel desde la debacle de 2002. Hay sectores como el textil que trabajan a menos del 33% de su potencial. Esto significa máquinas apagadas, obreros suspendidos, persianas bajadas y fábricas con olor a cierre.

Ajuste real, ficción ideológica

Mientras se destroza el empleo de calidad, el relato libertario insiste en que “la casta paga el ajuste”. Pero la realidad no tolera eufemismos: el 47,5% de las industrias no puede cubrir salarios, impuestos o proveedores. La Unión Industrial Argentina (UIA) habla de un colapso sistémico.

El titular de la UIA, Martín Rappallini, lo dijo sin vueltas: el gobierno busca ahora cobrarle 3.000 millones de dólares más en impuestos a las industrias, muchas de las cuales ya están contra las cuerdas.

Un caso testigo: Bodega Norton, que acumula más de 40 cheques rechazados por un total de 618 millones de pesos, y una deuda bancaria que supera los 42 mil millones. No estamos ante pymes ineficientes, sino ante empresas históricas que están siendo asfixiadas por un plan económico sin rumbo productivo.

¿Quiénes pierden? Los de siempre

Las más castigadas son las pymes, eje central del empleo nacional. Sufren el retraso de pagos estatales de hasta 90 días, el encarecimiento del crédito, la caída del consumo y la apertura indiscriminada de importaciones.

El sector construcción, destruido por la paralización de la obra pública. La industria manufacturera, devastada por la falta de insumos y el derrumbe del mercado interno. Y el comercio, condenado al ahogo por una recesión inducida desde el Ministerio de Economía.

Ya no hay espacio para los relatos de la “herencia” o del “orden macroeconómico”. Lo que hay es una crisis económica inducida por un dogmatismo peligroso, que desprecia al trabajo y al desarrollo nacional.

¿Hasta cuándo puede resistir la Argentina productiva? ¿Qué queda cuando se quiebra el eslabón más fuerte del empleo? Cada empresa que cierra es una oportunidad que desaparece. Cada trabajador despedido es una historia truncada. Cada cheque rechazado, una señal de alarma.

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