El intendente de Río Gallegos lanzó duras críticas por la inequidad en la distribución de fondos, la crisis del comercio y el abandono de la salud de la provincia de Santa Cruz.
Mientras la crisis económica avanza y los municipios hacen malabares para sostener servicios básicos, el intendente de Río Gallegos, Pablo Grasso, rompió la tibieza institucional con una serie de declaraciones cargadas de bronca y posicionamiento político. Le apuntó sin filtro al gobernador Claudio Vidal, a la administración nacional, y a lo que definió como un entramado de privilegios entre funcionarios, jueces y operadores políticos desconectados de la calle.
“Nosotros tenemos decisión política para hacer las cosas. No es magia”, soltó Grasso, para defender la continuidad de obras municipales a pesar del ajuste brutal que —según él— impone tanto Provincia como Nación. Desde el NIDO hasta el Planetario, pasando por la compra de una planta de asfalto, el jefe comunal subrayó que su gestión avanza “a pesar del contexto financiero”.
Pero el tiro por elevación no tardó en hacerse directo. “Ya terminó la campaña y el gobernador no entiende. Se está haciendo agua en todos los estamentos gubernamentales”, disparó. Lejos de buscar conciliación, el intendente construyó un discurso que suena más a advertencia interna que a reclamo protocolar.
En la mira también estuvo la gestión sanitaria, uno de los ejes más sensibles para la población. “Desde que asumió Vidal, la salud empeoró”, sostuvo, mientras la ciudad denuncia falta de insumos, demora en turnos y hospitales saturados. La crítica no quedó ahí: “El 50 % de Río Gallegos no tiene luz y no nos corresponde. Pero no se dan cuenta porque no están nunca acá”.
El descontento también toca la actividad comercial, duramente golpeada por la recesión. Grasso lo resumió en una frase directa: “El comercio está golpeado y nosotros hicimos la Noche de las Cafeterías. Hacían cola para entrar. El Estado tiene que empujar”. Luego, denunció aumentos en tarifas y presión impositiva que asfixian al sector: “¿Dónde está la producción que prometieron? ¿Dónde conseguís trabajo hoy?”.
Uno de los puntos más fuertes del planteo fue el reclamo por la distribución discrecional de recursos: “Nos dicen que nos arreglemos con lo que tenemos, pero a Caleta Olivia le dieron 450 millones de pesos para pagar salarios”, acusó. Y sentenció: “Es la misma política de Milei. Siempre la culpa la tiene el otro”.
Con nombre y apellido, Grasso también denunció la maniobra para ampliar el Tribunal de Cuentas, una jugada institucional que genera sospechas. “¿Hay plata o no hay plata? ¿Para qué lo quieren ampliar? ¿Para cuidarse entre ellos?”, lanzó, con una frase que apunta directo al corazón del aparato político provincial.
Pero no se quedó ahí: pidió una reforma judicial con participación ciudadana. Cuestionó que Río Gallegos tenga solo siete concejales mientras se discute incorporar más jueces sin necesidad: “Parece un pacto de impunidad. Te hablan de corrupción y tienen denuncias”.
En ese mismo tono, cuestionó la falta de coparticipación de ciertos fondos y recordó que en tiempos de Alicia Kirchner “peleaba todos los días” para conseguir recursos. Hoy, en cambio, afirma que hay “una sumisión peligrosa” entre intendentes: “¿Qué nos pasó que nos transformamos en chupamedias?”.
Y el cierre fue letal. Acusó a Vidal de improvisación y fracaso en todos los frentes: “Parece que tiene un máster en petróleo y la chocó toda. Lo de la pesca es desastroso. Lo mismo con la minería, la educación, el comercio, los salarios y la salud. Y después nos echan la culpa a nosotros”.
Grasso no habló como un intendente más. Habló como quien ya eligió su lugar en la interna política que se viene. Y ese lugar, está bien lejos del oficialismo provincial.
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