Un estudio nacional revela que la mayoría de las personas con hipertensión sigue usando sal común, desaprovechando una herramienta simple para reducir riesgos cardíacos.
La hipertensión arterial es conocida como el “asesino silencioso”. No da síntomas claros, pero desgasta el corazón y las arterias durante años. En Estados Unidos afecta a casi la mitad de los adultos —122 millones de personas— y se asocia con más de 130.000 muertes en apenas tres años.
Entre los factores que la agravan, uno destaca: el exceso de sodio. La mayoría no proviene del salero, sino de productos procesados, comidas rápidas y restaurantes. Y, sin embargo, existe una alternativa sencilla que casi nadie usa: los sustitutos de la sal, en los que parte o todo el sodio se reemplaza con potasio.
Qué descubrió el estudio
Los investigadores analizaron datos de más de 37.000 adultos en la encuesta nacional NHANES entre 2003 y 2020. El resultado fue claro: menos del 6 % de los adultos estadounidenses usan sustitutos de la sal. En algunos años, el porcentaje cayó al 2,5 %.
Incluso entre personas con hipertensión, el uso siguió siendo bajo:
- Apenas entre 3 % y 10 % de quienes tenían presión alta tratada y controlada.
- Entre 3 % y 7 % de los que la tenían tratada, pero mal controlada.
- Y menos del 6 % entre los que no estaban en tratamiento.
El panorama no ha mejorado en dos décadas.
Una oportunidad desaprovechada
El potasio de estos sustitutos ayuda a equilibrar la presión arterial y reduce el riesgo cardiovascular. De hecho, la American Heart Association recomienda no más de 2.300 mg de sodio al día, y lo ideal es bajar de 1.500 mg, sobre todo en personas con hipertensión. Sustituir parte de la sal por versiones con potasio puede ser un paso simple hacia esa meta.
“Es preocupante que tan poca gente los use, cuando son una opción económica y efectiva”, señaló Yinying Wei, autora principal del estudio. El cardiólogo Amit Khera, que no participó en la investigación, lo resume así: “Aquí hay una oportunidad clara y fácil de desaprovechar para mejorar la presión arterial en EE. UU.”.
Precauciones y limitaciones
No todo el mundo puede usar sustitutos de la sal. Las personas con enfermedad renal o que toman ciertos medicamentos deben consultar primero a un médico: el exceso de potasio puede ser peligroso. Además, el sabor puede variar, y al calentarse algunos sustitutos adquieren un ligero amargor.
El estudio también tuvo limitaciones: se basó en datos autoinformados, no distinguió tipos específicos de sustitutos y no midió la cantidad consumida. Aun así, deja un mensaje claro: hay una herramienta sencilla para reducir riesgos que la mayoría ignora.
Si un cambio tan simple como sustituir la sal común por una alternativa más saludable puede salvar miles de vidas, ¿por qué seguimos sin adoptarlo? ¿Es falta de información, costumbre… o la inercia de un hábito demasiado arraigado?
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