La imagen de francotiradores custodiando la legislatura de Santa Cruz este jueves no solo debe preocuparnos, sino obligarnos a reflexionar. ¿Qué mensaje envía Claudio Vidal cuando recurre a medidas extremas, que solo vemos en contextos de guerra, para garantizar la aprobación de una ley ?
¿Qué nos dice sobre el estado de nuestra democracia? Y lo más importante: ¿qué nos revela sobre quién ejerce el poder en nuestra provincia?
Claudio Vidal no es un gobernador cualquiera. Su figura está teñida de un pasado que, lejos de aportar tranquilidad, debería encender todas las alarmas.
El Régimen de Incentivos: ¿Progreso o Riesgo?
La adhesión al Régimen de Incentivos para Grandes Inversiones (RIGI), aprobada en este clima de tensión, es sin dudas una situación que no se debe dejar pasar. Mientras el gobierno lo presenta como una puerta abierta al desarrollo económico, muchos temen que se trate de un modelo que privilegie los intereses de grandes corporaciones por sobre las necesidades de las distintas localidades de la provincia.
Ya es por demas sabido que el RIGI otorga beneficios impositivos y exenciones fiscales a empresas de gran envergadura, con la promesa de fomentar inversiones y generar empleo. Sin embargo, su implementación trae consigo riesgos importantisimos como la pérdida de control sobre los recursos naturales de la provincia, el desplazamiento de pequeñas y medianas empresas y la inminente degradación ambiental.
En un contexto donde el diálogo fue reemplazado por la imposición, ¿quién garantizará que las inversiones beneficien realmente a los santacruceños? Sin transparencia ni participación ciudadana, los peligros de este régimen son inmensos: una provincia más dependiente de intereses externos, menos soberanía y comunidades expuestas a los impactos negativos de decisiones tomadas sin consenso.
El Pasado como Advertencia
Para entender los excesos de Vidal hay que remontarnos a el mes de abril del 2015, donde en un enfrentamiento armado entre su gremio y miembros de la UOCRA en Caleta Olivia terminó con la muerte de Reynaldo Vargas, un joven de 23 años. En el marco de la investigación, Vidal fue detenido preventivamente, aunque más tarde fue sobreseído por falta de pruebas concluyentes. Este episodio no puede simplemente archivarse en el olvido. Refleja una forma de ejercer poder basada en la confrontación y la fuerza, un estilo que, años después, parece replicarse desde el sillón de gobernador.
Hoy, ese hombre detenta el monopolio de la fuerza pública en Santa Cruz. ¿Debería sorprendernos que se dispongan francotiradores para blindar la aprobación de una ley? Este es el patrón preocupante: un gobierno que no dialoga, que no escucha y que, cuando se siente cuestionado, responde con intimidación.
El Narcisismo del Gobernante
Vidal proyecta una imagen de líder absoluto, de alguien incapaz de tolerar cuestionamientos. Pero detrás de esa fachada de autoridad reside una inquietante verdad: los gobernantes que temen al debate suelen ser los menos preparados para enfrentar el peso del cargo. ¿Qué seguridad puede ofrecer alguien que, en lugar de construir consensos, elige el silencio de las armas y el despliegue de fuerza como respuesta a los conflictos?
El narcisismo que define su estilo no es un detalle menor. La imposibilidad de reconocer errores o escuchar críticas convierte a un líder en un riesgo para la sociedad. Cuando el poder se convierte en un espejo donde solo se reflejan sus deseos, la gobernabilidad se desvanece.
El Miedo como Herramienta de Control
La pregunta que debemos hacernos es simple, pero fundamental: ¿por qué un gobierno que asegura tener las mejores intenciones para Santa Cruz necesita recurrir a tácticas intimidatorias? Los francotiradores son la metáfora perfecta de un gobierno que se siente amenazado no por enemigos externos, sino por el propio pueblo al que debería servir.
¿Quiénes temen más a los ciudadanos: los líderes fuertes o los inseguros? En la historia, los autoritarios siempre han intentado controlar al pueblo mediante el miedo, olvidando que la verdadera fuerza de una sociedad reside en su capacidad para organizarse y exigir derechos.
El Poder del Pueblo Frente al Despotismo
Pero la historia también nos enseña algo esperanzador: ningún líder, por autoritario que sea, puede resistir cuando la sociedad decide cambiar el rumbo. Santa Cruz no es la excepción. Los pueblos organizados han demostrado una y otra vez que la fuerza colectiva es más poderosa que cualquier despliegue intimidatorio.
El silencio impuesto nunca es definitivo. Hoy, más que nunca, los santacruceños tienen la responsabilidad de preguntarse: ¿qué tipo de liderazgo quieren? ¿El de alguien que gobierna desde la soberbia y el autoritarismo, o el de quienes están dispuestos a escuchar, dialogar y construir?
Un Futuro en Juego
Claudio Vidal debería reflexionar sobre el mensaje que está enviando. Pero también, los ciudadanos, deben reflexionar sobre el mensaje que estan dispuestos a aceptar. Porque si permiten que la intimidación sea la nueva norma, estarán hipotecando no solo la democracia, sino también el futuro de sus comunidades.
Por último, la verdadera pregunta no es qué hará Vidal. La verdadera pregunta es qué hará el pueblo de Santa Cruz. En sus manos está la posibilidad de exigir un cambio, de construir un futuro donde el poder no sea un ejercicio de fuerza, sino un servicio a la gente. ¿Están los santacruceños dispuestos a enfrentarlo? Esa es la decisión que marcará el destino de la provincia.
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