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Dom, Abr

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El escándalo que envuelve al sacerdote Javier Olivera Ravasi ha generado una profunda indignación en Argentina, especialmente entre las organizaciones de derechos humanos y la Iglesia Católica.

Olivera Ravasi, conocido por su conexión con la extrema derecha católica y su abierta defensa de la dictadura militar, está bajo escrutinio por su rol en la organización de una controvertida visita de diputados del partido La Libertad Avanza (LLA) a represores condenados en la cárcel de Ezeiza.

El 11 de julio de 2024, varios legisladores de LLA, incluyendo a Lourdes Arrieta y María Fernanda Araujo, se reunieron con criminales de lesa humanidad como Alfredo Astiz y Raúl Guglielminetti. La visita, organizada en gran parte por Olivera Ravasi, buscaba presionar por la liberación de estos represores, argumentando que muchos de ellos, ya ancianos, deberían cumplir su condena en prisión domiciliaria.

La reacción no se hizo esperar. La Conferencia Episcopal Argentina se distanció públicamente de las acciones de Olivera Ravasi, subrayando que su posición no representaba la de la Iglesia además se le quitó la autorización para ejercer. A su vez, la Justicia Federal ha iniciado una investigación sobre el caso, mientras que múltiples sectores políticos y sociales han expresado su repudio, acusando a LLA de intentar legitimar la impunidad de los crímenes de la dictadura.

Lo que agrava aún más la situación es el pasado de Olivera Ravasi. Hijo de Jorge Olivera, un militar condenado por violaciones de derechos humanos durante la dictadura, el sacerdote ha utilizado su posición para promover una agenda revisionista que busca minimizar las atrocidades cometidas en ese oscuro período de la historia argentina. Desde su púlpito, en una parroquia conocida por su misa tridentina, Olivera Ravasi ha hecho apología de la dictadura, rezando incluso con un rosario hecho de balas.

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