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Mar, Dic

Economía

Mientras Whirlpool abandona la fabricación y otras industrias cierran, el Gobierno descarta la política industrial y empuja a la industria al abismo.

La imagen es cada vez más evidente. Las fábricas cierran, las máquinas se apagan, los galpones se vacían y detrás quedan familias desocupadas, proveedores quebrados y barrios que entran en silencio. Mientras tanto, el gobierno nacional festeja la motosierra y sus funcionarios pregonan que la “mejor política industrial es la que no existe”. El industricidio está en marcha, con sello libertario.

El caso Whirlpool, que esta semana confirmó el cierre de su planta en Pilar y la conversión en importadora, es apenas la punta del iceberg. Más de 220 trabajadores despedidos de un plumazo, un predio de 30.000 m² con inversión reciente abandonado y una señal nítida para el resto del empresariado: producir en Argentina ya no conviene.

Entre el ajuste y la nada

La escena industrial actual tiene varios protagonistas. Por un lado, un sector empresarial concentrado —como Techint— que comienza a levantar la voz. Paolo Rocca reclamó en público la necesidad de “volver a tener una política industrial”, aunque lo hizo sin confrontar directamente. La respuesta oficial fue delegada a un funcionario de segunda línea: Pablo Lavigne, quien desde un acto en la UBA sentenció que la política industrial “no debe existir”. Una provocación innecesaria que el Gobierno no solo no corrigió, sino que refrendó.

Por otro lado, las pymes. Ahogadas por la caída del consumo, la apertura de importaciones y la falta de crédito, atraviesan un presente crítico. El presidente de Industriales Pymes Argentinos (IPA), Daniel Rosato, lo resumió así: “Es un grave error poner las reformas por delante de todo. Ya advertimos en 2018 que esto iba a pasar, y va a pasar de nuevo”.

La UIA, históricamente moderada, también muta. Martín Cabrales, vicepresidente de la entidad, respaldó las reformas estructurales pero pidió “modernizar sin destruir”. Las bases, sin embargo, ven cómo sus fábricas se vacían mientras los funcionarios posan con sonrisas en foros empresarios.

Ni crédito ni aguinaldo

La gravedad del momento se amplifica con los datos: el 30 % de las pymes no está en condiciones de pagar el aguinaldo de diciembre. Las propuestas que IPA elevará al Ejecutivo incluyen promociones con tarjetas y líneas de crédito accesibles, pero todo indica que la respuesta será la indiferencia. El Gobierno no tiene interés en salvar fábricas. Solo en desmontar lo que queda.

Paraguay abre la puerta

Mientras el oficialismo argentino desmonta su aparato productivo, Paraguay avanza en la dirección contraria. Esta semana organizó una reunión con industriales argentinos para ofrecerles migrar sus fábricas al país vecino. Les prometen beneficios fiscales, acceso a mercados internacionales y condiciones laborales “flexibles”. No fue una reunión simbólica: Rosato participó y ya se programa una misión comercial para marzo. Varias firmas textiles, de software y metalmecánica mostraron interés.

El contraste es obsceno. Un país desarma su industria; el otro la quiere atraer.

Silencios que lastiman

En las pymes no solo preocupa el deterioro económico, sino el clima anímico. “El destrato también es con Techint y eso es grave. Lo peor es que del otro lado hay miedo de confrontar”, afirman desde IPA. La industria está a la defensiva. Y el oficialismo, lejos de tender la mano, la empuja al borde.

Cabrales dice tener esperanza en 2026. Rosato teme no llegar. En el medio, la Argentina se vacía de fábricas, de empleo y de futuro. Porque no hay país viable sin industria. Y lo que hoy se cocina en Balcarce 50 no es libertad: es desindustrialización planificada.

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