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Jue, May

Ciencia y Tecnología

Parece un chiste de laboratorio, pero no lo es: un equipo internacional de científicos dibujó microtatuajes sobre tardígrados vivos. Y no sólo vivieron para contarlo. Varios siguieron como si nada, luciendo líneas, puntos y hasta logotipos microscópicos sobre su espalda.

La escena suena salida de una peli de ciencia ficción, pero es real. Y se publicó en la prestigiosa revista Nano Letters. El hallazgo abre puertas a una tecnología que podría redefinir cómo interactuamos con organismos vivos a nivel molecular.

“Estamos expandiendo esta técnica a bacterias y otras formas de vida”, contó Ding Zhao, uno de los autores, en una entrevista para medios especializados. Y no es humo: lo que lograron marca un antes y un después en microfabricación biocompatible.

Hielo, electrones y resistencia extrema

Para lograr este hito, los investigadores utilizaron una técnica quirúrgica de precisión quirúrgica: la litografía de hielo. Básicamente, tallaron un patrón nanométrico sobre el cuerpo del tardígrado usando un haz de electrones mientras la criatura estaba congelada y en estado de animación suspendida.

Parece una tortura medieval futurista, pero no lo es. El procedimiento incluyó deshidratarlos lentamente hasta llegar a un estado criptobiótico. Luego, los enfriaron a -143 °C y los recubrieron con una película de anisol congelado, una sustancia que, además de oler a anís, actúa como escudo protector ante el bombardeo electrónico.

El resultado fue un tatuaje permanente a escala nanométrica sobre el cuerpo del tardígrado, que pudo ser reanimado sin daños aparentes. Los diseños alcanzaron una resolución de 72 nanómetros, lo que equivale a menos de la milésima parte de un cabello humano. En uno de los casos, incluso lograron grabar el logotipo de la universidad.

El futuro: sensores vivos y ciborgs microbianos

Si bien sólo el 40% de los tardígrados tatuados sobrevivieron al proceso, los investigadores consideran que con ajustes en la técnica ese porcentaje podría crecer. Lo más llamativo: los ejemplares rehidratados no mostraron cambios de comportamiento. Es decir, no les molestaron sus tatuajes ni afectaron su movilidad ni su metabolismo observable.

Gavin King, el científico que ideó la litografía de hielo (aunque no participó de este experimento), fue contundente: “Este avance presagia una nueva generación de dispositivos biomateriales que antes sólo existían en la ciencia ficción”.

Zhao y su equipo proyectan que este tipo de microtatuajes podrían utilizarse en medicina, electrónica y bioingeniería. Hablan incluso de sensores implantables en tejidos vivos y la posibilidad de diseñar microorganismos ciborgs.

El tardígrado, esa criatura con pinta de peluche galáctico que puede sobrevivir al vacío del espacio, vuelve a ser protagonista. Esta vez, como el primer ser vivo tatuado con tecnología punta. El futuro, parece, ya está grabado sobre su piel.

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