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Sáb, Jun

Nacional

Mientras la familia llora al nene de 7 años, la ministra ya dictó sentencia: legitima al agente y culpa a los ladrones. ¿Qué tipo de seguridad se construye con impunidad?

Thiago Correa tenía 7 años. Hasta el viernes por la noche, peleaba por su vida en el Hospital Balestrini. El miércoles pasado, mientras esperaba el colectivo subido a los hombros de su papá, una bala le atravesó el cráneo. El disparo no vino de un ladrón. Vino del arma reglamentaria del agente de la Policía Federal, Facundo Daniel Aguilar Fajardo, quien repelía un intento de robo en plena calle.

La ministra Patricia Bullrich —que no es fiscal ni jueza, pero actúa como tal— se apresuró a declarar que el policía actuó en "legítima defensa". En cadena nacional de cinismo, exculpó al tirador antes de que el nene muera. El enemigo, según su relato, es unívoco: los delincuentes, los “otros”, los que “salen a matar”. Pero la única víctima real y concreta de ese cruce de fuego fue Thiago. Y fue alcanzado por una bala del Estado.

¿Dónde quedó el dolor por un chico muerto? ¿Dónde la empatía? ¿Dónde el deber de investigar con seriedad? Para Bullrich, el agente tiró bien porque “no dejó que se escaparan impunes”. ¿Y Thiago? ¿Es colateral, daño necesario, sacrificio para su cruzada “antidelito”?

Desde la cartera nacional ya se pidió que se cambie la carátula de la causa a “legítima defensa”. En paralelo, el fiscal Diego Rulli, que conduce la investigación desde la UFI Temática Homicidios de La Matanza, ordenó la aprehensión del agente Aguilar por exceso en la legítima defensa. Pero en la línea dura de Bullrich, la ley es accesorio. Lo central es el relato. El show de firmeza.

¿SEGURIDAD PARA QUIÉNES?

El contexto no es neutral. El país vive un estado de militarización discursiva, donde el orden se impone a balazos, las garantías estorban y los cuerpos pobres son territorio de prueba. La idea de que los policías tienen "carta blanca" para tirar está cada vez más legitimada. Pero cuando las balas matan a un nene inocente, ni siquiera eso sacude al poder.

El ladrón abatido fue Brandon Corpus, de 18 años. Otros dos quedaron heridos. Ninguno tocó al nene. Quien sí lo hizo fue el policía, en una escena donde se dispararon múltiples tiros y el niño cayó con el cráneo perforado a 200 metros de la escena, según la Policía Científica.

Que el oficial haya sido asaltado no es discutido. Que respondiera, tampoco. Pero cuando se está armado y se porta una chapa del Estado, la responsabilidad es mayor, no menor. ¿Dónde están los protocolos? ¿Dónde el análisis balístico? ¿Dónde la prudencia?

Bullrich ya eligió: su prioridad no es la verdad, es sostener su relato de guerra.

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