En una Santa Cruz con hospitales desabastecidos y ministros ausentes, Claudio Vidal envió al Secretario de Medios y se convirtió en un meme. Pero lo que evidencio es la fata de músculo político para contestar a un intendente que reclama recursos para una ciudad en constante transformación.
Pablo Grasso no pidió milagros. Ni privilegios. Solo reclamó lo que corresponde por ley. Los $4.500 millones que Santa Cruz recibió en Aportes del Tesoro Nacional en lo que va del año —un 50% más que en 2024— aún no se traducen en recursos para la capital provincial. La ciudad que gobierna no se detiene, pero lo hace con las uñas: subsidia el transporte, paga sueldos altos sin endeudarse, invierte en salud, en infraestructura, en obra pública visible.
¿Qué hace el gobierno provincial frente a este reclamo legítimo y documentado? No responde un ministro, no sale un secretario de Economía, no aparece un legislador. No. Lo único que aparece es Sergio Bucci.
El secretario de Medios. El vocero
Y esa soledad no es un descuido: es el síntoma más crudo del problema estructural que arrastra la gestión de Claudio Vidal. Un gabinete sin figuras, sin liderazgo intermedio, sin volumen político real. Un gobierno que, a poco de comenzar, ya no tiene a quién mandar.
¿Dónde están los ministros con espalda para bancar una discusión pública seria? ¿Quién en el entorno de Vidal puede mirar a la ciudadanía y explicar por qué se retienen fondos mientras los hospitales carecen de insumos? ¿Qué funcionario puede sostener un debate sin apelar a lugares comunes o chicanas torpes?
La respuesta es conocida. No hay.
Por eso mandan a Bucci. El mismo que confunde nombres de obras. El mismo que lanza comunicados que hacen agua. El único fusible visible en un tablero donde ya nadie más prende luces.
Y mientras tanto, Grasso avanza. La Laguna Ortiz ya es un espacio verde recuperado. El asfalto llega a barrios postergados. Se levanta un planetario. Se construyen viviendas. Se gestiona. Con aciertos y errores, pero con hechos. Frente a eso, el oficialismo de Claudio Vidal elige atacar. Porque cuando no se puede igualar en obra, se busca empatar en barro.
Hoy la política provincial, quedó reducida a un monólogo. Un gobierno sin voces, sin interlocutores, sin cuadros. Que enfrenta la gestión con ruido, porque no tiene con qué hacerlo con resultados.
Y cuando el único que puede hablar es el vocero, el silencio del resto se convierte en grito. De impotencia. De soledad. De una administración que parece no haber encontrado todavía el tono de la gobernabilidad.
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